Situada en plena ciudad de Roma, esta sencilla basílica de Santa Sabina data de la primera mitad del siglo V (422-432) y conserva su aspecto primitivo, ya que en la restauración que se efectuó en 1914 se eliminaron los añadidos que habían modificado su estructura original.
Por esta razón, es más representativa que otras de mayor rango (pero más modificadas) para ilustrar las características esenciales de las basílicas paleocristianas de Occidente.
Consta de tres naves precedidas por un nártex. De ellas, la central, más lata y ancha, está separada de las laterales por series de arcos sobre columnas de mármol corintias del siglo II, reaprovechadas. Disponía también de un atrio y de un baptisterio anejo, hoy desaparecidos.
Su exterior, modesto y desnudo, contrasta con el interior ricamente decorado.