LOS NENÚFARES DE CLAUDE MONET

 


LOS NENÚFARES DE CLAUDE MONET.

El Museo de la Orangerie se encuentra situado en el corazón de París, entre la plaza de la Concordia y  y el Jardín de las Tullerías. En su interior alberga una amplia colección de obras de artistas como Renoir, Soutine, Cézanne, Picasso, Matisse o Derain y, sobre todo, la obra maestra de Claude Monet, Los nenúfares.

En 1927 se instalaron los ocho paneles siguiendo las indicaciones del propio artista y de su amigo Georges Clemenceau. La instalación puede considerarse una obra conceptual, dado que fue proyectada por el artista: los paneles se disponen de modo que son elementos decorativos del conjunto. 

Entre las dos salas se encuentran los bustos de Monet y de Clemenceau, realizados por Rodin. 

Los nenúfares se encuentran distribuidos en dos salas ovales, cada una con cuatro grandes paneles. No se trata de frescos pintados sino de pintura al óleo, sin barniz, pintadas sobre lienzo. Cada uno de los ocho conjuntos está formado por un ensamblaje de varios lienzos pintados, encolados y pegados en la pared adoptando así la forma elíptica de la sala.

Monet mantuvo en francés su poético nombre científico Nymphaea alba. Sacadas de la mitología griega, las ninfeas animan el bosque. Su presencia nos recuerda que la naturaleza está habitada. Como si fuesen hadas del agua, iluminan el estanque con una multitud de manchas de colores y captan nuestra atención atrayendo la mirada hacia la superficie acuática.

Este estanque que pinta Monet se encuentra en el jardín que construyó en Giverny, y que plasma desde la vista que le ofrece el famoso puente japonés que se encuentra en dicho jardín. Influenciado por las estampas japonesas, que lo fascinan, renuncia a utilizar la perspectiva lineal. Heredada del Renacimiento, esta consiste en fijar un punto del hjorizonte sobre el que converge la mirada. Aquí, sin embargo, el horizonte ha desaparecido y la mirada vaga sobre y bajo la superficie del agua. Cada conjunto nos habla de un momento diferente del día.

Estas obras muestran las investigaciones de Monet sobre la luz y la disolución de la materia, junto a una fuerte inspiración oriental.

LA MAÑANA (lado sur)

La vegetación de la orilla del estanque enmarca la composición. Pintada con grandes trazos y con fuerza, entra por ambos lados por la parte superior. En la izquierda aparece una mara de hierba. El centro lo ocupan los nenúfares, mientras que al otro lado lo vegetal y lo acuático se compenetran. Solo retienen nuestra mirada los nenúfares. Monet no se detiene en sus formas, sino que los insinúa por medio de hojas verdes y pétalos blancos. El centro de la composición es invadido por la bruma matinal, que planea sobre el agua y nubla nuestra visión. Reina la calma y el azul celestre irradia con la promesa de un bello día.

LAS NUBES (lado norte)

Se encuentra enfrente de “La mañana” y podría ser considerada como su continuación temporal. La bruma se ha disipado, el azul celestre atrae nuestra mirada, de tal manera que durante un momento creemos estar mirando el cielo. Solo vemos el reflejo del cielo en el agua. También se reflejan dos grandes árboles que no vemos. Son sombras coloreadas, ya que Monet ha desterrado el negro de su paleta. Púrpura, azul y verde dan color a esas sombras.

REFLEJOS VERDES (lado este)

La masa de árboles que en realidad no vemos, actúa como pantalla de los rayos del sol. Esta ausencia de luz directa nos permite ver a través del agua. El ojo se nos va al fondo del estanque. Revela una vida vegetal animada por medio de los colores vivos de los nenúfares. Los amarillos, naranjas y rojos de los pétalos crean un contraste intenso con el verde de las hojas que los acompañan. De lejos se distinguen perfectamente las flores, pero al acercarnos asistimos a una metamorfosis. Los lienzos se cubren de una red de líneas y manchas de colores a modo de pétalos. El gesto del pintor demuestra una increíble energía. Por un momento nos da la sensación de estar ante una pintura abstracta.

SOL PONIENTE (lado oeste)

El primer plano del estanque está invadido por una masa de hierba que Monet interpreta energéticamente a base de grandes pinceladas verticales. En horizontal, las hojas de los nenúfares sin pétalos se extienden, apenas perceptibles como una ligera red que cubre una gran superficie de agua. Un raudal de luz amarilla y naranja surge del fondo como una marea de colores cálidos. Monet se aleja de lo pintoresco de las tradicionales puestas de sol. Del sol solo vemos el incendio que produce sobre el agua. Se podría decir que el decorado de los nenúfares culmina con una apoteosis de fuegos artificiales.

SEGUNDA SALA. CUATRO COMPOSICIONES EN DOCE PANELES.

Es la perfecta continuidad de la primera sala, aunque los conjuntos son totalmente diferentes. Parece una sala más luminosa y los árboles que antes se insinuaban, ahora aparecen en tres de las cuatro composiciones. Seis magníficos sauces llorones de los cuales solo se ven algunos troncos y la lluvia de sus ramas.

MAÑANA CLARA CON SAUCES (lado sur)

Los nenúfares rosas flotan en primer plano a la sombra de los sauces. Una brisa matinal parece animar la composición, transformando en una cabellera movediza las ramas de la derecha. Toda la superficie del agua vibra intensamente en la sombra, calmándose a medida que progresa bajo la luz plateada.

MAÑANA CON SAUCES (lado norte)

Un tronco toca el lado izquierdo del cuadro. El de la derecha, sin embargo, está más centrado. Monet pinta la corteza de los árboles con pinceladas verticales de todos los colores. Cuando nos alejamos, los colores se funden en un tono cercano a la realidad, evocando incluso la textura rugosa de la corteza de los troncos. Detrás de los árboles luce un bello cielo azul poblado de nubes blancas.

LOS DOS SAUCES (lado este)

El fondo de la nave está ocupado por el conjunto de los dos sauces. Con un tamaño excepcional de cuatro paneles ensamblados, esta pintura se despliega como un panorama luminoso. La vegetación ha desaparecido y solo se ven los dos sauces a contraluz. Las nubes, de un rosa de aurora, comienzan a levantarse por encima del agua, pero dejan todavía ver el cielo azul claro. Y de nuevo percibimos aquí los nenúfares flotando con los mismos colores que las nubles. Aparecen apretados en primer plano y van disminuyendo con la distancia. Nos recuerdan que lo que vemos es simplemente el reflejo de la realidad.

REFLEJOS DE ÁRBOLES (lado oeste)

Opuesto a la frescura matinal, en esta obra aparece la noche. De los árboles solo se perciben reflejos fantasmales. El jardín ha desaparecido engullido por la oscuridad de la noche. El agua mansa, pintada verticalmente y con ondulaciones, pasa del azul ultramar al verde profundo y hasta el violeta. Nuestros ojos siguen el movimiento del agua. La presencia de los nenúfares nos devuelve a la superficie. El rosa de sus pétalos capta nuestra visión. Solo después advertimos que el agua está tapizada de hojas de nenúfares de un color azul indigo. En la parte superior aparecen otros conjuntos de nenúfares que resplandecen como estrellas muy lejanas en el cielo. 

Una atmósfera tranquila y apacible reina en las dos salas.

LA POTENCIA DEL COLOR

Goethe es el primero en plantearse ¿Cómo se perciben los colores? Los divide en dos categorías. Colores como el naranja, amarillo y rojo se acercan al ojo dando la sensación de calor. Son los colores cálidos. Otros en cambio, parecen alejarse del ojo: azul, verde o el violeta. Nos dejan una sensación de frescor. Son los colores fríos.

Toda la obra de Monet nos habla de su admiración por la naturaleza, que nos transmite mediante formas y colores. Con los impresionistas con Monet a la cabeza, se produce el verdadero triunfo del color puro gracias a la práctica de la pintura al aire libre.

GALERÍA de LOS NENÚFARES